y por qué en ellos también
La oración nos ayuda a creer, esperar y amar, incluso cuando nos dificulta nuestra debilidad humana (San Juan Pablo II, Carta Novo incipiente 8-IV 1979, n.10).
Señor, ayúdame a perdonar y olvidar.
Déjame ver que el resentimiento de las injurias
verdaderas o imaginadas me envenena el alma.
Sé de mi propia experiencia que, al sentirme
injuriado o tratado injustamente,
por el momento no estoy muy afectado,
pero más tarde, cuando me acuerdo de la injuria,
me pongo irritado y resentido y tentado a vengarme.
Ayúdame, buen Jesús, a no seguir pensando en las
injurias del pasado. Ayúdame a olvidarme de ellas
y a pasar a otra cosa más provechosa para mi alma.
Amén.
Padre amado, vengo a tu presencia y en Nombre de tu Hijo Jesucristo,
clamo a ti, a fin de que tanto a mí, como a las personas por quienes quiero interceder,
nos conceda la gracia de vernos como tú quieres que nos veamos
y nos amemos a nosotros mismos según la medida de tu Divino Corazón.
Tócanos, Señor y sánanos.
Te pido que, así como Tu Divino Hijo Jesucristo tocó al hombre enfermo de lepra
y lo curó, también lo envíes a nuestras vidas, a fin de que, con su bendita mano,
nos toque tanto a mí, como a las personas que lo necesitan,
sanándonos y restaurándonos en estas áreas de la autoimagen
y de la autoestima, y en aquellas otras áreas en que tú veas que se necesario trabajar.
Tócanos, Señor y sánanos.
Toca a quienes se sienten feos, tímidos, torpes y que piensan que no pueden hacer nada bien.
Sana la memoria de los sucesos o palabras que produjeron esos sentimientos,
Tócanos, Señor y sánanos.
Toca esas áreas donde hay sentimientos indignidad, de inferioridad o de inadaptabilidad,
líberándonos de esos sentimientos autodestructivos y poniendo, en cambio,
las nuevas actitudes de sentir la propia dignidad y valor y de la capacidad
de adaptarse en cada lugar.
Tócanos, Señor y sánanos.
Quizás hay heridas producidas en nuestro interior por apodos puestos en la infancia,
en la adolescencia o en la vida adulta, o por otras palabras ofensivas.
Tócanos, Señor y sánanos.
Tócanos con tus benditas manos y ayúdanos a querernos más, a aceptar tú perdón
y a perdonarnos a nosotros mismos y a los demás.
Tócanos, Señor y sánanos.
Quizás hay quienes no se sienten dignos de recibir amor; y la duda y la inseguridad
han echado raíces profundas en su ser. Quita, Señor, esos sentimientos de timidez,
vergüenza, desengaño, culpabilidad, fracaso, retraimiento, desilusión y culpabilidad.
Tócanos, Señor y sánanos.
Te pedimos especialmente que nos liberes,
si son comportamientos heredados o recibidos desde el vientre materno.
Tócanos, Señor y sánanos.
Libéranos de toda fuerza negativa que nos ha tenido trabados y encadenados
en una falsa autoimagen y en una quebrantada autoestima,
haciendo que no podamos vivir la vida victoriosa
y abundante que tú Jesús, nos quieres dar.
Tócanos, Señor y sánanos.
Amado Jesús, que has muerto por amor a nosotros en la cruz
y nos has dejado a María como madre, te pedimos que,
con tu Preciosa Sangre, laves las profundas heridas emocionales
y recuerdos dolorosos subterráneos que nos roban la autoestima.
Tócanos, Señor y sánanos.
Ayúdanos a abrirnos al soplo de tu Santo Espíritu,
para que, así, podamos experimentar cuánto nos amas,
mientras que, con la ayuda de los sacramentos,
irás llenando todos los vacíos de la vida, poniendo en nuestro interior
un sereno y santo valor, confianza y convicción.
Tócanos, Señor y sánanos.
Guíanos par que cada uno de nosotros pueda llegar
a ser la persona que tú quieres que seamos
y cumplir tu voluntad haciendo todo aquello que nos pides
y nos pedirás, para trabajar con alegría
y constancia en la construcción de tu Reino.
Amén.
Tócanos, Señor y sánanos.
Querida Madre Tres Veces Admirable.
Recibe mis amargos sufrimientos en el Santuario,
donde por amor, son transformados en gracia
que Tú derramas para gloria de la Santísima Trinidad.
Cobijados y aliviados en tus brazos,
transformado por tu amor, pueda, Madre,
servir como apóstol y participar con Cristo
en la salvación de las almas.
Por Amor a Ti, Dios Padre Misericordioso.
Y así, cuando llegue la tarde
en que sonriendo vengas a buscarme,
cante para siempre junto a Tí:
¡ Mi alma glorifica al Señor.
Y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador!
Porque puso sus ojos en la pequeñez de su esclava!
¡ Santo es su nombre!
Y su misericordia se derrama de generación en generación.
En tu poder y tu bondad fundo mi vida;
en ellos espero confiado como niño.
Madre Admirable, en ti y en tu Hijo en toda circunstancia
creo y confío ciegamente.
Amén.
Lávame, Señor y quedará más blanco que la nieve.
Señor, sudaste Sangre en el Huerto de los Olivos
y aceptaste la cruz tan pesada,
llena de pecados y dolores para salvarme.
Hoy tengo que aceptar la cruz de una operación
y los dolores que sufriré.
Jesús, Dios mío, haz que estos dolores aceptados con amor
puedan salvar las almas, las que Tú quieres que por mí sean salvadas.
Gracias Señor.
Consagración
Oh, Señora, mía, oh Madre mía.
Yo me ofrezco todo a Tí,
y en prueba de mi filial afecto
te consagro en este día:
mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón,
en una palabra, todo mi ser.
Ya que soy todo tuyo, oh Madre de bondad
guárdame, defiéndeme, utilízame,
como instrumento y posesión tuya.
Amén.
Desde 1914 Schoenstatt es un lugar de gracias mariano. La Santísima Virgen quiere atraer a los hombres al Santuario y formarlos como miembros vivos de la iglesia de hoy.
Yo reconozco mis errores y me doblego a los rigores de la más pura contrición;
no es una cueva de rencores mi corazón.
Sino una gota de veneno, he sido malo por ser bueno; fuera más noble mi actitud,
pero perdí el ritmo sereno de la virtud...
Me mis funestos destinos, el viejo mal de los molinos de viento ha sido el más fatal:
Ser Don Quijote en los caminos del bien y el mal.
Porque de bienes y males, divinas manos paternales de Don Quijote celestial
llevan cuentas muy cabales a cada cual.
¡Oh Dios mío, dame el regocijo del hombre justo, el rumbo fijo,
de quién te sigue nada más. Quiero sembrar para mí hijo,
que viene atrás.
¨No juzguen a otros, para que Dios no los juzgues a ustedes.
Pues Dios los juzgarás a ustedes de la misma manera que ustedes juzgan a otros¨
(Mt 7, 1-2)
Danos la Paz en nuestras días, Señor, porque no hay quién luche
por nosotros, sino Tú, Dios nuestro. Amén