Permite que te alabemos, oh Dios en todos los mundos que creaste.
Permite que te alabemos en las alturas de los ángeles.
Permite que te alabemos en las profundidades del fuego crepitante de los astros.
Permite que te alabemos, oh Dios nuestro, al pie del ángel que cierra el infierno.
Permite que te alabemos, oh Dios, con las aves que gorjean, multicolores y ruidosas,
que alegran la vista y el oído.
Permite que te alabemos, oh Dios, por los nidos de los árboles, donde las pequeñas
aves levantan sus cuellos desplumados a la madre que les trae comida.
Permite que te alabemos oh Dios, con las aves poderosas, que vuelan sobre las aguas del
mar, y levantan el vuelo hasta los glaciares de nieves eternas.
Permite que te alabemos, oh Dios por los animales de la tierra, llenos de ternura o
llenos de fuerza indomable.
No los saque de este mundo. Déjalos vivir.
Y deja que vengan nuevas generaciones, qué, a su vez, te alaben.
Permite que te alabemos, oh Dios Uno y Trino, por los animales de la tierra.
Ellos son de pies ágiles, y de bello aspecto.
No los deje perecer por causa de los animales grandes y poderosos,
que lo pisotean todo.
Pero también el animal grande tiene un corazón y unos hijos pequeños que defender.
Permite que te alabemos en toda la redondez de la tierra,
por todo lo que vuela y corre, nada y se eleva desde las profundidades.
Todo es tu propiedad: en todas partes está tu dedo, que derrama belleza
en las plumas multicolores, pone fuerza en las alas y en sus fuerzas garras.
En todas partes está tu Amor, inescrutable e insondable.
En todas partes nacen animales pequeños, inermes y ciegos,
que buscan leche junta a la madre.
Bendito seas, Dios Uno y Trino, por las admirables rocas de las montañas y de los glaciares.
Bendito seas por las cascadas y río caudalosos, por las aguas quietas, profundas y
silenciosas. Con mucho cariño seas alabado por las pequeñas fuentes que dan agua para
que vivan los peces.
Alabado seas, mi Dios, por las tempestades sobre la tierra y el mar,
por las tempestades de arena sobre los desiertos.
Alabado seas, oh Dios glorioso, por el esplendor de millares de flores perfumadas,
de lindas formas; jamás cesa esta floración y nunca será aniquilada.
Y aunque Tu envíes una devastación sobre un país, no durará mucho;
e irrumpe una nueva primavera; y una nueva magnificencia reina sobre toda la tierra.
Permite que te alabemos, oh Dios, por tus ángeles.
Son poderosos y de aspecto admirable. Son servidores de tu voluntad,
luchadores por tu Palabra, y humildemente se someten a tus órdenes.
Prodigioso y eterno es tu santo deseo, de elevar, más y más, al hombre.
Y aunque él caiga, si se arrodilla ante Ti como un hijo pródigo, te inclinas sobre él
con paciencia y bondad, diciendo: Ven, hijo, vuelve a la inocencia original,
y yo te acogeré como un padre a su hijo.
Tu paciencia con los hombres es inmensamente grande, oh Dios Eterno y Admirable.
Sin embargo, el hombre no lo ve; e invade los campos, pisotea las flores,
caza las aves y destruye sus nidos.
Un hombre lucha contra otro, y lo somete a la esclavitud y lo mete en prisión,
y lo condena a muerte.
Nadie tiene tanta paciencia como Tú, oh mi Dios, y nunca cesará en la tierra
la alabanza inmortal, por Ti.
Permite que te adoremos por una eternidad sin fin.
Haz que sobre la tierra haya loor y alabanza.
Hasta donde alcanza nuestra vista, todo es tuyo, todo es tu propiedad,
tu mano se posa sobre todas las criaturas.
Seas glorificado y alabado, oh Dios, Tres veces Santo,
en cada corazón que creaste para tu gloria.
Tú quieres estar eternamente con nosotros, oh Dios, Tres Veces Santo,
Tú, Tres Veces Santo, Admirable,
Tú, nuestra Bienaventuranza,
Oh Tres Veces Santo,
Tres Veces Admirable,
Tres Veces Divina, Inefable Dios.
Amén.
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