Día tras día, Señor de mi vida,
quede delante de Ti,
cara a cara.
De manos juntas, quedaré delante de Ti,
Señor de todos los mundos, cara a cara.
En este mundo que es tuyo, en medio de las fatigas,
del tumulto, de las luchas, de la multitud agitada,
he de mantenerme delante de Ti, cara a cara.
Y cuando mi tarea en este mundo
estuviere acabada,
oh Rey de Reyes, solo y en silencio,
permaneceré delante de Ti, cara a cara.
Amén.
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