Padre Eterno, te damos gracia por tu gran amor.
Tu das al mundo lo mejor de Ti mismo,
el espejo de Tu perfecta transparencia,
el esplendor de Tu mismo ser,
Tu Hijo Jesús.
Te damos gracias por darnos a Jesús
como nuestro Salvador; no como un tirano,
sino como un amigo, no como un superior
sino como un hermano.
Ayúdanos a abrir nuestros corazones a su
luz sin temor de ser abrumados,
sino regocijándonos con el júbilo
que proviene de esta luz sobre
todo aquella que lo aceptan con alegría.
Amén.
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