¡Oh, Divino Jesús, Hijo encarnado del Padre!
Por nuestra salvación Tú consentiste nacer en un establo,
pasar toda Tu vida de pobreza, trabajos y miseria,
y morir en medio de sufrimientos en la Cruz.
En la hora de mi muerte, te ruegos que digas al Padre:
Padre, perdónalo/a.
Dile a Tu querida Madre: He aquí tu hijo/a.
Dile a mi alma: Hoy estarás conmigo en el paraíso.
Dios mío, Dios mío, no me abandones en esa hora.
Tengo sed, sí, mi alma tiene sed de Ti que eres manantial de agua viva.
Mi vida se va como una sombra; dentro de poco todo estará consumado.
Por tanto, adorado Salvador, desde este momento y para toda la eternidad
en Tus manos encomiendo mi espíritu.
Señor Jesús, recibe mi alma.
Amén.
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