Oh, Inmaculada Virgen María, tú eres el refugio de los pecadores, salud de los enfermos y consuelo de los afligidos. Con tus apariciones en la gruta de Lourdes tú hiciste de ella un santuario privilegiado en el cual tus fervores son concedidos a los que vienen de todas partes del mundo. Durante años innumerables seres que sufren alcanzaron la curación de sus enfermedades, tanto del alma, como de mente o de cuerpo. Por tanto, me llego hasta ti con confianza implorando tu intercesión.
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