Con María reflexiono sobre tu Palabra,
oh Señor, y tiemblo más de asombro que de miedo
ante el saludo del Santo Gabriel.
¿Quién soy yo que el Señor, nuestro Dios,
se digna a venir a mí en Espíritu y verdad?
Dios te salve, pues, Virgen Bendita de Nazaret,
cuyo ¨Si¨ no solo te transformó a ti sino
a la humanidad entera, a toda la Tierra,
y hasta al Universo en Tabernáculo vivo
de la Palabra Encarnada de Dios.
Amén.
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