Yo te admiro, Señor, y yo te adoro a donde
pueden llegar las fuerzas humanas:
haz que a mi venga de tu excelso coro
un eco radiante de las harpas de oro
para cantar tus glorias soberanas.
Y tú también, ¡Oh Celestial Madre,
la Madre, Tú de la Palabra Eterna!
Perenne material de poesía,
vierte tus gracias en el alma mía
que a tus pies amorosa se prosterna.
Da a mi pincel tu soberano aliento
para pintar con digno colorido
el cuadro del glorioso Nacimiento
del Verbo en tus entrañas concebido
por mediación de celestial portento.
Evoquemos piadosos, mis hermanos,
de la sublime Navidad la historia
y al alumbrar con ella la memoria,
cifremos en el nombre de cristianos
el título mayor de nuestra gloria.
Amén.
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