Moriremos, pero no para siempre.
Es palabra de Dios que un día resucitaremos.
Después de la muerte tan sólo el alma recibe el premio
o castigo merecido; porque el cuerpo de buenos y malos
termina en las tinieblas del cementerio.
Pero la verdadera justicia exige que, así como cuerpo
y alma han practicado la virtud, también uno y otro
reciban el premio.
¿Cómo resucitará nuestro cuerpo?
¿Será feo, horrible como el de los condenados,
o hermoso e impasible como el de los justos?
Ahora es tiempo de decidirlo.
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