¡O Jesús, único hijo del Padre Celestial, esplendor y semejanza de Su Esencia! Acordaos de la sencilla y humilde recomendación que hicisteis de Vuestra Alma, a Vuestro Padre Eterno, diciéndole: ¨Padre en Tus Manos encomiendo Mi Espíritu!¨ Desgarrado Vuestro Cuerpo, destrozado Vuestro Corazón, y abierta las Entrañas de Vuestra misericordia para redimirnos, habéis expirado.
Por Vuestra Preciosa Muerte, Os suplico, O Rey de los santos, confortadme para resistir al demonio, la carne y al mundo. A fin de que, estando muerto al mundo, viva yo solamente para Vos. Y a la hora de mi muerte, recibid mi alma peregrina y desterrada que regresa a Vos. Amén.
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