El centro de nuestra vida de fe es la eucaristía,
palabra griega que significa acción de gracias.
Los cristianos somos gentes agredecidas
y lo expresemas en una letanía sin fin.
Miles de feligreses celebrando la misa de la Canonización
de San Juan Pablo II y el San Juan XXIII
Rezala, diciéndole después de cada frase:
“Gracias mi Dios, gracias”
Por la vida su belleza y profundidad.
Por Jesús, el hijo, el amado del Padre.
Por la paternidad y maternidad de Dios.
Por el reino de Dios: su cercanía y su
presencia en medio de nosotros.
Por la fraternidad y la solaridad: el amor y el
cariño; la amistad y la comprensión.
Por el vasto universo, con su brillo
centellante y su mar de estrellas.
Por la naturaleza entera que alaba al Creador.
Por el pan en la mesa y el vino en la copa.
Por la fidelidad de nuestro Dios.
Por la muerte y la resurrección.
Por Jesús, que nos alimentan en la Eucaristía.
Por el Espíritu Santo que habita en nosotros.
Por la comunidad y la paz que nos sostienen.
Por Maria, que nos acompaňa en nuestra campaňa
de fe.
Amén.
1TES 5 ₁₆₋₁₉
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