Me gozo, oh Reina de los Ángeles,
de la alteza de tu trono;
sea para bien ese asiento a la diestra de tu Hijo.
Oh, cuán bien te va esta vestidura de
pro caridad, bordada con tanta variedad de virtudes.
Si el primer ángel, que después se perdió
por su soberbia, estaba en el paraíso,
adornado con nueve géneros
de piedras preciosas (Ez 28, 13),
esto es, con las perfecciones de los
nueves coros angélicos,
¿Cuánto más adornada estarás tu con todas
las perfecciones de las piedras vivas y preciosas
de esa celestial Jerusalem?
Mira, oh Madre de Misericordia,
mi desnudez y negóciame la vestidura de bodas,
que es la caridad, con las pedrerías de las demás virtudes,
para que sea digno de presentarme ante
la presencia de mi Dios
y gozar de El en tu compañía.
Amén.
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