Señor Dios, te alabamos y te glorificamos
por la hermosura de ese don
que se llama diálogo.
Es un hijo predilecto de Dios
porque es como aquella corriente alterna
que bulle incesantemente
en el seno de la Santa Trinidad.
El diálogo desata los nudos,
disipa la suspicacia, abre las puertas,
soluciona los conflictos,
engrandece la persona,
es vinculo de unidad
y ¨madre¨ de la fraternidad.
Cristo Jesús, núcleo de la comunidad evangélica;
haznos comprender que nuestra desinteligencia se deben,
casi siempre, a la falta de diálogo.
Haznos comprender que el diálogo
no es una discusión ni un debate de ideas,
sino una búsqueda de la verdad
entre dos o más personas.
Haznos comprender que mutuamente
nos necesitamos y nos complementamos
porque tenemos para dar
y necesitamos recibir,
ya que no puedo ver lo que los otros no ven,
y ellos pueden ver lo que yo no veo.
Señor Jesús cuando aparezca la tensión,
dame la humildad para no querer imponer
mi verdad atacando la verdad del hermano;
de saber esperar a que el otro acabe
de expresar por completo su verdad.
Dame la sabiduría para comprender
que ningún ser humano es capaz de captar
enteramente la verdad toda,
y no existe error o desatino
que no tenga alguna parte de la verdad.
Dame la sensatez para reconocer que también
yo puedo estar equivocado en algún aspecto de la verdad
, y para dejarme enriquecer con la verdad del otro.
Dame, en fin, la generosidad para pensar
que también el otro busca honestamente la verdad,
y para mirar sin prejuicios
y con benevolencia las opiniones ajenas.
Señor Jesús, danos la gracia de dialogar.
Así sea.
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