¡O Jesús, la verdadera libertad de los ángeles y paraíso de delicias! Acordaos del horror y la tristeza con que fuisteis oprimido, cuando Vuestro enemigos como leones furiosos, Os rodearon con miles de injurias: salivazos, bofetadas, laceraciones, arañazos, y otros suplicios inauditos. Os atormentaron a su antojo.
En consideración a estos tormentos y a las palabras injuriosas, Os suplico, ¡O mi Salvador, y Redentor! Que me libréis de todos mis enemigos visibles e invisibles y que, bajo Vuestra protección, hagáis que yo alcance la perfección de la salvación eterna. Amén.
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