Padre Nuestro y Ave María
¡O Jesús, Virtud Real y Gozo del alma! Acordaos del dolor que habéis sentido, sumergido en un océano de amargura, al acercarse la muerte. Insultado y ultrajado por los judíos, dijisteis en voz alta que habíais sido abandonado por Vuestro Padre Celestial, diciéndole: ¨Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Por ésta angustia, Os suplico, O mi salvador, no me abandonéis en los terrores y dolores de mi muerte. Amén.
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