CONCLUSIÓN
¡O Dulce Jesús! Herid mi corazón a fin de que mis lagrimas de amor y penitencia me sirvan de pan, día y noche. Convertidme enteramente, O mi Señor para ti. Haced que mi corazón sea Vuestra habitación perpetua. Y que mi conversación Os sea agradable. Que el fin de mi vida sea digna de oración y que después de mi muerte pueda merecer Vuestro Paraíso; y alabaos para siempre en el cielo con todos Vuestros Santos. Amén.
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