Se reza todos los días
Jesús, mi hermano mayor, porque tu me amas,
te quedas noche y día en este Sacramento,
esperando, llamando y dando la bienvenida
a todos los que vienen a visitarte.
Creo que estás realmente presente aquí
en el Tabernáculo.
Reonozco que tú eres mi Rey y Salvador.
Te doy gracias por todo lo que me has hecho,
especialmente el don de tu presencia sacramental.
Jesús mío, quiero hacerte el don de mí mismo,
cumpliendo lo más perfecto posible con tu voluntad.
Me da pena de no haber cumplido bien en el pasado,
pero aunque soy débil e inútil, trataré con la ayuda tuya
de portarme mejor. No importa lo que me tengas reservado,
trataré de ser conforme. Lo único que quiero en cambio
es el estar contigo, ahora y siempre, y tener fuerzas
suficientes para andar en pos de ti.
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