La libertad del paralítico que estaba cerca de la piscina del templo
y nadie tuvo el favor de tirarlo a la piscina casi toda una vida comenzó
a ser libre cuando Jesucristo Dios en persona le dice:
Levántate coge la camilla y anda, y no peques más.
El tema sobre la conversión nos lleva al de la esencia y de la importancia de nuestra libertad. Todas las palabras, tales: lealtad, fe, deber, conciencia, probidad, honor, virtud, son expresiones de nuestra libertad interior. También las realidades negativas: odio, vileza, egoísmo, maldad, mentira, crueldad, crimen, no existirían si no hubiera las desviaciones queridas por nuestra voluntad.
Cada individuo tiene el trágico poder de escoger entre el camino de la virtud y del vicio.
¨Delante de cada hombre se abre una vía, otras vías... El alma alta (virtud) se trepa por vía alta... Y el alma pequeña (vicio) se arrastra por senda baja... En medio, entre planicies nubosas, fluctúan inciertas, invitantes, las otras vías... (John Oxenham).
Hay, pues, diversas concepciones acerca de las opciones y las direcciones de la libertad y naturalmente, las justas y las erróneas.
La amenaza peor para la libertad -escribe Milán Kundera, poeta checoslovaco-no consiste en dejársela arrancar, pues siempre se puede reconquistar, sino el no aprender a amarla y en no comprenderla más.
Sin tomar una actitud de tragedia griega, no es difícil preanunciar enseguida, que la libertad no es sinónimo de espontaneidad. Para entender menos imperfectamente la diferencia, debemos notar como en el hombre haya funciones de orientación, que residen en los sentidos y en las tendencias vitales que convergen en la libertad.
Los sentidos dan como el arranque del movimiento, pero es la voluntad la que debe tomar el mando direccional. Así, hay el instinto del alimento y del sexo: pero, si no entra en función la voluntad para determinar la cantidad, el modo, el tiempo, etc., he aquí que aquellas cosas que debían ser útiles para el individuo pueden resultar sobremanera perniciosa.
La espontaneidad, pues, es orientación, polarización; sin embargo, la verdadera libertad es elección, proporción, dosificación.
Otro riesgo relativo a la libertad consiste en creerla separada de la renuncia. Se nos permite recordar, con el novelista francés André Gide, que ´escoger una cosa quiere decir privarse de la inmensidad de todas las demás¨.
Ni tememos ser desmentidos si declaramos que la libertad no consiste en hacer todo lo que se quiere. También las plantas y los animales deben seguir leyes e instintos para nacer, crecer, desarrollarse y reproducirse. El agua es pura y libre cuando corre entre dos orillas de un arroyuelo, no ya cuando está esparcida caóticamente en el suelo.
También los artistas, el pintor, el escultor, el arquitecto, el músico, e incluso el político y el militar deben seguir determinadas normas de desarrollo para la creación de obras válidas y de empresas eficaces. Lo mismo dígase con respeto a nuestra libertad, que debe servirse de la ley moral y positiva como soporte y parámetro para no fracasar en demasía en el desarrollo humano y religioso del hombre.
Carlos Jaspers, filósofo suizo, uno de los fundadores del existencialismo, solía afirmar: ¨Yo me siento verdaderamente libre cuando no me siento solo conmigo mismo¨.
En fin, es esencial y radicalmente contrario a toda auténtica libertad el mal, el pecado. El pecador es el crucificador de la propia libertad. ¨Quién comente pecado-nos dice la Biblia- es esclavo del pecado¨- (Jn 8, 16-18; 2 Pe. 2, 19). El pecador es la caja mortuoria de nuestra personalidad. Entonces, en dónde reside el esplendor de esta nuestra personalidad, la cual ¨es tan querida, como sabe quien por ella prefiere morir? (Dante, Purgatorio 1, 71-72).
Es de optar por esta definición: la libertad consiste en la facultad de escoger los medios más idóneos para conseguir el bien.
No siendo esta nuestra libertad una realidad absoluta como la de Dios ella ha menester evidentemente de reglas funcionales que le ayuden a centrar el bien. Tales reglas son indispensables para ejercer la libertad en todos los sectores. En el campo físico: si tenemos que salir de casa el medio más apto no es el saltar por la ventana sino el de bajar por la escalera. Si el cuerpo tiene necesidad de dormir, el medio más idóneo es el de hacerlo dormir de noche.
En el campo psicológico: nuestra mente esta hecha para la verdad, y el medio más adecuado para satisfacer esta su exigencia, deberá utilizar los canales de la verdad y de la luz. En el caso en que quisiéramos escoger la mentira, la doblez y la profesión de la insinceridad política, haremos una opción directamente negativa en relación a nuestro mismo intelecto.
Lo mismo pasa con la voluntad. Ella tiende al bien por su impulso intrínseco. Ser libres equivale a tender hacia aquella madurez ética que nos hace más sencillos, más gentiles, más sinceros, más puros, más justos.
Pero, todos estos múltiples aspectos de metodología positiva para el desarrollo de la libertad son, a su vez, ordenados y subordinados, providencialmente, a la libertad religiosa. En concreto: las opciones que hacemos en los respectivos sectores de la vida no deben ser otra cosa sino peldaños para llegar al valor absoluto: DIOS.
Llegado a este punto, el discurso se hace precisamente empeñativo y desemboca como en un propósito.
No hay lugar a duda de que la libertad sea un gran riesgo, hasta el punto en que podemos bloquear al mismo Dios en los umbrales de nuestro corazón y responder ¨No¨ a su infinito amor. Más, si Dios no ha dejado libres es porque quiere de sus criaturas una respuesta libre y veraz, como corresponde a hijos.
Cuando Homan Hunt expuso su famoso cuadro ¨The light of the World: Cristo, luz del mundo¨, que también hoy podemos admirar en la Catedral de San Pablo en Londres, el cual representa al Salvador que llama a la puerta del alma; invitó a los críticos y a los artistas para que expresaran su juicio. Todos derrocharon alabanzas, sólo uno se adelantó y preguntó:
-Disculpe, señor Hunt, yo encuentro un defecto en su cuadro: ha olvidado el picaporte, cómo se puede entrar?
-Jovencito-contestó tranquilamente el pinto-la puerta que golpea Cristo se abre solo de adentro: Dios entra solamente si el hombre lo acepta.
El triunfo de la libertad de los hijos de Dios consiste precisamente en escoger, en tender, y en aceptar la amistad con el Señor.
Se consigue todo lo que se quiere, cuando se quiere lo que el Señor espera de nosotros.
Señor! Esta es la libertad:
buscar lo verdadero hasta su vértice:
más allá de lo cual no se puede ir!
Señor! Que don maravilloso es la libertad,
cuando hago tantos pasos de bondad!
Señor! Enséñame lo que debo hacer,
para alcanzar la pureza de tu corazón!
Amén.
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