Jesús, hijo de David, has pasado junto a mí haciendo el bien,
has escuchado el clamor de mis gritos de auxilio y tu persona misericordiosa se ha volcado hacia mí, un mendigo ciego en el camino.
Me has hecho llamar, emerger de mi ruinosa existencia;
me has mirado a los ojos y me has regalado tu tiempo,
dignificándome ante todos; has dado voz a mis labios
preguntando en tu hospitalidad:
''¿Qué quieres que haga por ti?¨
Desde lo más hondo de mi ceguera,
desde lo más clarividente de mi alma te he contestado:
-¨Rabbuní, que vea¨.
Tú eres la luz sin tinieblas has respondido:
-¨Vete, tu fe te ha salvado¨.
Gracias, Jesús.
Sencilla, pero profundamente, gracias,
por permitirme hacer experiencia de ti,
siguiendo tus huellas, saboreando tu luz.
Lleno de tu gracia, quiero alumbrar a otros.
Aquí está Bartimeo, Señor, en camino,
¿Qué quieres de mí?
Amén.
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