Señor y sucedió una vez
que sobre la tierra desnuda y virgen
brotó de improvisto una flor
hecha de nieve y fuego
fue llama que extendió un puente de oro
entre dos riberas,
guirnalda que engarzó para siempre
nuestras vidas y nuestros destinos.
Señor, Señor, fue el amor con sus prodigios,
ríos, esmeraldas e ilusiones.
¡Gloria a ti, horno incandescente de amor!
Paso el tiempo, y en el confuso esplendor
de los años la guirnalda perdió el frescor,
y la escarcha envolvió a la llama por sus cuatro costados;
la rutina, sombra maldita, fue invadiendo,
sin darnos cuenta, y penetrando
todos los tejidos de la vida.
Y el amor comenzó a invernar.
Señor, Señor fuente de amor; dobladas las rodillas
desgranamos ante Ti nuestra ardiente súplica:
Sé Tú en nuestra casa lámpara y fuego,
pan, piedra y rocío, viga maestra y columna vertebral.
Restaña las heridas cada noche y renazca como fresca primavera.
Sin tí nuestros sueños rodarán por la pendiente.
Sé Tú para nosotros escarlata de fidelidad, espuma de alegría,
y garantía de estabilidad.
Mantén, Señor, alta como las estrellas,
en nuestro hogar la llama del amor. y la unidad,
como río caudaloso, recorra e irrigue nuestras arterias
por los días de los días.
Sé Tú, Señor Dios, el lazo de oro que mantenga nuestras vidas
incorruptiblemente entrelazadas hasta la frontera final y más allá.
Amén.
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